Friday, October 13, 2006

EL NIÑO MARIPOSA

por Arturo Crisalde

“Solo quería paz y tranquilidad. Solo deseaba seguridad y amor pero ya no se podía pues mi vida había sido un infierno. Todo cielo prometido de aquí en adelante solo será un purgatorio”

-Mensaje anónimo escrito en la carpeta de un colegio.

De un pequeño y hermoso capullo nació una mariposa, la cual quiso ser humana. La brillante mariposa se convirtió en un niño y el niño solo deseaba paz y tranquilidad en su corazón pues su espíritu de mariposa no conocía ni la maldad ni el rencor, por consiguiente tampoco el sufrimiento. Sin embargo al rozar la esencia de su existencia humana con la de los demás seres llamados a sí mismo “superiores” la belleza se trastocó en fealdad y el pequeño poseedor de un alma de mariposa empezó a sufrir. La vileza de la gente lo engulló de tal manera que en pocos años aprendió a odiar y a maldecir. Se hizo terriblemente cruel para poder lidiar con la maldad que le rodeaba y cada vez que veía por ahí a sus amigos mariposas que no pudieron ser humanos como él, los despreciaba. Incluso los asesinaba. Todo era violencia y consecuente miseria hasta que un día junto a otros compañeros de fechorías, lobos que encontró en la jungla negra llamada por costumbre vida, mató una mariposa.

Le llamó mucho la atención el cadáver de aquel insecto inocente que nunca había lastimado a nadie y al recoger a aquella bella mariposa muerta el niño se dio cuenta que era su madre. Ella había creado el capullo del cual él nació. Él lo supo. El corazón se le partió en innumerables pedazos que al viento se marcharon cual polvo cósmico y el pequeño en aquel instante sólo pudo correr, correr y correr, llorando, desesperado, pidiendo perdón, autoculpándose inútilmente, renegando de ese trágico destino que le enseño a mentir y a detestar. Corrió durante mucho tiempo llegando al fin a una especie de prado donde había abundantes flores e incontables mariposas. ¡Cuantas mariposas había ahí! El niño reconoció su hogar original y con lágrimas en los ojos les rogó a sus familiares que lo perdonaran y lo convirtieran de nuevo en mariposa porque en el lapso de su vida, el haber vivido como ser humano había sido peor que arrastrarse en el infierno. La perfección estuvo siempre ahí, en la naturaleza y en el mundo de la gente solo hubo tenaz imperfección.

Pero él había querido ser humano y no mariposa de modo que ya nunca volvería a su estado inicial. Sin embargo las comprensivas mariposas, orquídeas voladoras, flores de terciopelo, lo perdonaron. Entonces el muchachito se desligó para siempre de todo contacto humano aceptando vivir eternamente entre flores y mariposas, ahí, en el prado paradisiaco, en un mundo espectacular donde los sueños y los buenos deseos eran realizables y el hermetismo y enfrentamientos, innecesarios. El placer era tan común como sentir el aire. ¡Cuanta eufonía! Gozo. Sin sufrimientos. Sin odio, ni reprensiones, solo felicidad. Por siempre, sólo felicidad...


...El niño que fue mariposa aún vive ahí. Todavía no se perdona a sí mismo por todos los pecados que ha cometido. A veces se le puede atisbar en los prados donde abundaban las mariposas, solo si eres puro de corazón pero no conviene acercársele demasiado porque aunque no odia a los seres humano, no los acepta, ni cree en ellos. Seguro huiría de ti. Algo importante: El nunca permitirá que mates a una mariposa. Cada vez que intentes hacer daño a otro ser vivo que no te causa perjuicio piensa en tu madre, en tu familia, piensa en la vida como un don precioso, así sea pequeños animalitos, su vida es valiosa, si son inofensivos debes meditar, debes...

...¡Pero que sandeces digo! ¡Solo hablo estupideces! ¡Estoy hablando con seres humano ni más ni menos! ¡Y es como hablar a la nada! ¡Insensibles!... ¡Este mensaje no sirve de nada pues que estoy hablando con seres humanos! ¡Que necio he sido! ¡De nada sirven estas palabras! ¡Saben que, mejor me callo!... ¡No he dicho nada!...

FIN
Lima, Perú.
© Arturo Crisalde, 1997.
Todos los derechos reservados.

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